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Viggo Mortensen
El hábito de poner el cuerpo
Entre citas de Cortázar y antes del estreno de La carretera, el actor habla de los retos físicos, acusa a los distribuidores de ser piratas y anticipó su deseo de trabajar en la Argentina. Diego y las crisis.

Por Juan Manuel Domínguez


DIRECTO. Mortensen apunta a los productores de su último film. Con el uso de su dinero “los Weinstein, perdón por así decirlo, la cagaron”.

El argentino. El cuervo. El señor de los anillos. El que le enseña a tomar mate a la gente en los sets de millones de dólares. El increíble Viggo Mortensen tiene muchos nombres y muchas formas: puede ser el “Rey” de la épica más gigante que vio la historia del cine (El señor de los anillos), puede ser pura fuerza y violencia al mando de David Cronenberg, puede ser el editor y escritor de su propio sello editorial Perceval Press (donde, gracias a su amigo Fabián Casas, publicó una antología de poesía argentina). Hoy, al menos en La carretera, no tiene nombre: es sólo un padre que recorre y sobrevive junto a su hijo en un mundo devastado, en un futuro en ruinas basado en el libro de Cormac McCarthy (el escritor de la también llevada al cine Sin lugar para los débiles). El y un niño. Nada más. Bueno, pero él, en su argentino tan personal, que es capaz de citar a Cortázar para hablar de La carretera (“Nada está perdido si tenés el valor de proclamar que todo ésta perdido y hay que empezar de nuevo”), película que se estrena este jueves en el país, o de ponerle la camiseta de San Lorenzo en la panza a Cate Blanchett, defiende con sus dientes separados, con su porte clásico, con su extrema forma de hacer cine y cuidarlo, aquello en lo que cree. Como si fuera un rey.

—“La carretera” cuenta la historia del día a día de un padre e hijo en un mundo devastado y lo hace de forma hiperrealista. ¿Es verdad que viviste con linyeras y que trabajaste mucho tu cuerpo para el rol?

—La verdad que sí, que hubo un reto físico tanto para mí como para el niño. Hubiera sido raro que nosotros tengamos una apariencia de gente bien alimentada en una película con un mundo como ése. Frío, lluvia, nieve, bosque, llevar a cuestas al niño: más que reto físico fue un desafío mental en lo emocional. A veces me descarrilaba, entraba en una especie de trance. Que tiene mucho que ver con el libro original de Corman McCarthy, algo directo, al mismo tiempo poético, combina la frase corta de Hemingway pero, para mí, con más alma de poeta.

—Hay algo muy físico en la película: todo está filmado en sets naturales, lo cual sorprende considerando que son imágenes de un mundo muriendo.

—Desde el vamos sabía que era complicado: tenía que crear un personaje sutil pero desesperado, sabiendo que iba a haber momentos muy fuertes y encima en medio del invierno de Pensilvania y en barrios destruidos de Nueva Orleans (esa cosa espectral, de ruinas, de gente muerta no son efectos especiales: es la verdad). Los paisajes son de verdad, por eso uno tiene que estar a la altura. De hecho, el paisaje nos ayudó: te afectaba, no podías hacer ese rol a medias.

—Se nota que tenés un compromiso inusual con tus trabajos, muy de exponerte al cien por ciento. ¿Cómo elegís tus papeles?

—Hay que tener suerte: te tienen que llegar cosas buenas y tenés que poder reconocerlas. Hay gente que sólo quiere ganar dinero y ser famoso, yo no. Hay que estar preparado para aprovechar la suerte, yo trabajé muchos años antes de El señor de los anillos, pero recién después de esa película se me abrieron muchas puertas.

—De hecho, a este film lo acompañaste mucho debido a los problemas que tuvo para ser estrenada en los EE.UU.

—Me alegro mucho que llegue a las pantallas. La verdad es que el distribuidor americano, los hermanos Weinstein, y, perdón, ya que no hay otra forma de decirlo, la cagaron totalmente. El dinero previsto para lanzar la película lo usaron para otra cosa, para películas que artísticamente comparadas con La carretera son inferiores. Lo comento porque el mercado norteamericano tiene mucho peso a la hora de poder ver la película en el exterior. Desaparecimos allá. Al fin y al cabo no importa, porque la película no está. Y me importa que esté. A pesar del pésimo lanzamiento de estos piratas, la película va a durar más que ellos.

Viggo sostiene que estamos entre amigos a la hora de preguntarle por el futuro: “Voy a hacer una película en la Argentina el año que viene”, asegura. Pero, renacentista como sólo él puede ser, cuenta más planes: “Hablar con Fabián (Casas) fue una nueva educación para mí. Este año voy a publicar un libro bilingüe mío, de poesía. Lo voy a presentar en vuestro país en octubre próximo. Y están viniendo una serie de libros más centrados en lo antropológico”, revela, adelantando lo que viene en su vida.

Subjetivo y maradoniano

Viggo Mortensen siente un afecto especial por nuestro país, sentimiento que deja explícito cada vez que nos visita. Y sobre todo por el fútbol, ya que es fana de San Lorenzo. Así y todo, le cuesta referirse a la Argentina actual: “Generalizar es complicado. Hay líos en todos lados, en los Estados Unidos también. Aparte no puedo ser objetivo porque me crié acá y tengo amor por este lugar. Y uno sabe que la ignorancia es norma de cualquier imperio”, sostiene. Así, bien de bar, pero bien certero, capaz de decir ‘loco de guerra’ en lugar de ‘loco de la guerra’, Viggo se muestra como, antes que argentino o lo que gusten, un tipo sincero, honesto y comprometido con cada cosa que hace.

Y entonces, afirma que nunca tiene planes y prefiere estar atento a cada día. “Es como en La carretera: para lo apocalíptico es difícil prepararte”.